POR FAVOR NO TE MUERAS
El sótano olía a tierra húmeda y a hierro oxidado, y ahí en el rincón más oscuro, encadenado a una tubería, Juan Alejandro Pérez jadeaba con dificultad. Sus ojos se mostraban cansados, vidriosos apenas podían enfocarme mientras me acercaba, con una linterna y mirándolo con asombro.
—Aguanta, muchacho—dije, limpiándole el sudor de la frente con un trapo sucio —Eres demasiado joven para rendirte. Tenía apenas diecinueve años, según su cédula de identidad que encontré en su bolsillo. Apenas diecinueve, era un chiquillo con toda la vida por delante, o eso habría pensado cualquiera que no supiera la verdad. —Sé lo que has pasado —susurré, ajustando el torniquete en su brazo para detener el sangrado—.
Se que has tenido una vida difícil, chico: tu madre falleció cuando tenías 5, tu padre prefirió la dr0ga antes que a ti y tus abuelos te criaron a golpes… Su respiración se agitó al escuchar su propia historia, de repente una lágrima se mezcló con la sangre seca en sus mejillas. —*No terminaste la escuela, ¿verdad? —pregunté, casi con ternura— Nadie te enseñó a ser mejor, nadie te educó con principios y valores y eso es realmente lamentable…
Por un instante, el sótano se llenó solo del sonido de su llanto ahogado. —Pero mira lo fuerte eres —continué, pasando un dedo por sus nudillos destrozados—. Has aguantado tanto, un vida de mie_rda con pequeños destellos de momentos buenos. De pronto, su cuerpo se sacudió con un espasmo de dolor, sus pupilas se dilataron de terror cuando vio que yo dejaba caer al suelo las pinzas que hasta entonces había mantenido ocultas. —¡No, por favor!—suplicó con voz ronca, inútilmente.
Sonreí mientras recogía el instrumento. —¿Sabes? Los policías vinieron a buscarte, Juan —dije, balanceando las pinzas frente a sus ojos—. Tu familia (si es que puede llamarse así) reportó tu desaparición y como eres mi jardinero cayeron leves sospechas de que estabas en mi casa. Una chispa de esperanza iluminó su mirada. — Por supuesto les dije que no sabía nada, que ya hace 3 días no has llegado a podar ni jardín, que quizá estabas por ahí con tus amigos del barrio, y me creyeron, se fueron. La esperanza en sus ojos se apagó más rápido de lo que había aparecido.
—Y ahora entiendes por qué no puedo dejarte morir, ¿verdad?—apreté su mentón con fuerza, obligándolo a mirarme—. Porque si mueres, todo terminaría demasiado pronto y las personas como tú no merecen ese privilegio. Su pecho se hundió con un sollozo. —Mi hija tenía nueve años, Juan. — dije con un nudo en la garganta y la rabia contenida— es solo una niña, ¿Cómo pudiste hacerle eso? Te aprovechaste de que estaba sola, te aprovechaste del descuido de su madre y mira el daño que le causaste. ¿Llamar a la policía? ¿Para qué? Si en este mal_dito país la justicia no llega, por eso tengo que hacerte pagar cada lágrima con sangre, con mis propias manos.
El sonido gutural que escapó de su garganta ya no era humano. —Así que no, no morirás hoy —aseguré mientras las pinzas se cerraban alrededor de su uña— Ni mañana. Porque el infierno que vivirás aquí, apenas está comenzando…
RELATO PERTURBADOR DE MARIO N
