El Silencio en la Línea
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El teléfono de la casa de Amelia siempre había sido un ancla al pasado, una reliquia de su infancia. Pero desde la muerte de su abuela, las cosas habían cambiado. Al principio, eran pequeñas inconsistencias: llamadas perdidas a horas imposibles, el contestador automático encendiéndose solo. Luego, los números comenzaron a alterarse.
Amelia notó que el número de su casa, grabado en su memoria desde niña, aparecía distorsionado en la pantalla del teléfono. Un dígito cambiado aquí, otro allá. Al intentar marcar a amigos y familiares, la línea se desviaba automáticamente al 911
.
“¿Número de emergencia? No, estoy intentando llamar a mi hermana”, le decía Amelia, frustrada, al operador. “Debe ser una falla en la línea”, respondían invariablemente. Pero la “falla” se repetía, cada vez más frecuente, cada vez más inquietante.
La pesadilla se extendió a sus sueños. Amelia soñaba con una voz susurrante al otro lado de la línea, una voz que conocía vagamente, una voz que le rogaba ayuda. En el sueño, la voz le decía que su abuela no se había muerto de causas naturales, que algo la había estado llamando, algo que ahora la buscaba a ella.
Decidida a encontrar una explicación, Amelia revisó los registros telefónicos. Descubrió que, durante los últimos meses de vida de su abuela, se habían realizado numerosas llamadas a un número desconocido, un número que no aparecía en ninguna base de datos. Cada intento de rastrearlo terminaba en un callejón sin salida.
Un día, mientras limpiaba el ático, Amelia encontró una vieja caja de herramientas de su abuela. Dentro, escondido bajo una capa de polvo, había un teléfono antiguo, similar al de la casa, pero con un aspecto más siniestro. Al examinarlo, notó que el cable estaba cortado y reconectado de forma tosca, como si alguien hubiera intentado manipularlo. ![]()
Al conectar el teléfono antiguo a la línea, la casa se sumió en un silencio sepulcral. El teléfono de Amelia comenzó a sonar. Al contestar, no escuchó una voz, solo un estático ensordecedor. De repente, la pantalla del teléfono se iluminó, mostrando un número: el número de emergencia. Pero esta vez, había un mensaje debajo: “Ella te está esperando”. ![]()
Amelia, presa del pánico, intentó desconectar el teléfono, pero sus manos estaban paralizadas. El estático se intensificó, llenando la habitación. Sintió una presencia fría a su espalda, una respiración helada en su cuello. ![]()
En el espejo del pasillo, vio su reflejo sonreír, una sonrisa que no era suya. Y en la pantalla del teléfono, el número de emergencia comenzó a parpadear, cambiando lentamente a un nuevo número, un número que Amelia reconoció con horror: el número de teléfono de su abuela. ![]()
El silencio en la línea se rompió con una sola palabra, susurrada por la voz de su abuela: “Únete”.
