El Golpeteo Interior
La casa siempre había tenido un aire melancólico, pero desde que mi abuela falleció, la tristeza se había vuelto palpable, casi un inquilino más. Al principio, lo atribuí al duelo, a la soledad que me envolvía como una niebla densa. Pero luego comenzaron los golpes. ![]()
Suaves, casi imperceptibles, provenientes del interior de las paredes. Al principio, solo los escuchaba por la noche, cuando el silencio se hacía absoluto. Pensé que eran las tuberías, la madera asentándose, cualquier explicación lógica. Pero los golpes se volvieron más insistentes, más rítmicos. ![]()
Comencé a obsesionarme. Pasaba horas pegando el oído a las paredes, tratando de descifrar el patrón, el origen. Descubrí que los golpes se concentraban en el pasillo, justo detrás de la pintura floral que mi abuela tanto amaba. ![]()
Una noche, presa de la desesperación, tomé un martillo y comencé a golpear la pared. La pintura se agrietó, el yeso se desmoronó, revelando una capa de madera vieja y oscura. Y detrás de la madera… nada. Solo más pared. ![]()
Pero los golpes no cesaron. Al contrario, se intensificaron, como si la criatura – porque ya no podía pensar en otra cosa – se sintiera provocada. ![]()
Empecé a tener pesadillas. Soñaba con manos pálidas y huesudas arañando la madera, con ojos vacíos que me observaban desde la oscuridad.
Despertaba empapado en sudor, con el corazón latiendo a mil por hora.
Investigué la historia de la casa. Descubrí que había sido construida sobre un antiguo cementerio, un lugar olvidado donde se enterraba a los marginados, a los que nadie lloraba.
La leyenda local hablaba de un espíritu inquieto, atrapado entre los muros, buscando una salida.
Una tarde, mientras removía los escombros de la pared, encontré una pequeña caja de madera. Dentro, había un mechón de cabello negro y una fotografía amarillenta. La foto mostraba a una joven con una mirada triste y penetrante. En el reverso, una sola palabra: “Elisa”. ![]()
De repente, los golpes cesaron. Un silencio sepulcral invadió la casa. Pero no era un silencio tranquilizador. Era un silencio expectante, como si algo estuviera conteniendo la respiración. ![]()
Me giré lentamente y vi, en el espejo del pasillo, una figura borrosa detrás de mí. Una mujer joven, con el cabello negro y la misma mirada triste de la fotografía. Extendió una mano hacia mí, y en su palma, un pequeño martillo. ![]()
La figura sonrió, una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Y entonces, los golpes comenzaron de nuevo, esta vez desde dentro de mi propia cabeza. ![]()
Si sientes un golpeteo en tus paredes, no lo ignores. Podría ser demasiado tarde para escapar. ![]()
