El Sonido de la Desesperación

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🔔 El tintineo era sutil al principio, casi un espejismo auditivo. Elías, un relojero retirado que vivía solo en un pueblo costero olvidado, lo atribuyó al viento entre las velas de su taller. Pero las campanas persistían, un carillón fantasmal que solo él parecía escuchar. No eran las campanas de la iglesia, ni las de ningún barco. Eran… diferentes. 🌊

Cada día, el sonido se hacía más claro, más insistente. Elías comenzó a descuidar su trabajo, obsesionado con rastrear el origen de las campanas. Las buscaba en el mar, en el bosque, incluso en el eco de las paredes de su casa. Su casa, antes un refugio de paz, se convirtió en una prisión de sonido. 🏚️

Pronto, el tintineo no era lo único que lo atormentaba. Empezó a ver figuras en las sombras, siluetas desdibujadas que se movían al ritmo de las campanas. Rostros pálidos, con ojos vacíos, lo observaban desde las esquinas del taller. 👻 Elías intentaba razonar, convencerse de que era el producto de su soledad y su edad, pero el miedo se aferraba a él como una garra helada.

Un día, encontró un viejo diario escondido en el ático. Pertenecía a su bisabuelo, un farero que había desaparecido misteriosamente hacía más de un siglo. Las páginas estaban llenas de relatos sobre un sonido similar: el tintineo de campanas que anunciaba la llegada de “los ahogados”, espíritus de marineros perdidos que buscaban llevarse a los vivos con ellos. 💀

El diario hablaba de un ritual, una ofrenda que debía hacerse para apaciguar a los espíritus. Elías, desesperado, siguió las instrucciones al pie de la letra. Construyó una pequeña barca de madera, la llenó de flores y la lanzó al mar durante una tormenta. ⛈️

Pero el tintineo no cesó. Al contrario, se intensificó, resonando en su cráneo como un martillo. Las figuras en las sombras se acercaron, susurrando nombres olvidados. Elías comprendió, con un escalofrío que le paralizó el corazón, que la ofrenda no era para los ahogados, sino para él.

La última entrada del diario revelaba la verdad: el bisabuelo no había desaparecido, sino que se había convertido en uno de los ahogados, condenado a escuchar el tintineo eterno y a atraer a otros a su destino. Elías sintió una presencia detrás de él. Se giró lentamente y vio a su bisabuelo, con el rostro cubierto de algas y los ojos llenos de una tristeza infinita. 🌊🔔

“Únete a nosotros, Elías”, susurró el farero. “El mar te espera”.

Elías cerró los ojos, escuchando el tintineo de las campanas que lo envolvía por completo. El sonido se convirtió en un abrazo frío, llevándolo hacia la oscuridad. Al día siguiente, encontraron el taller vacío, solo con el eco persistente de un carillón fantasmal.

Si alguna vez escuchas el tintineo de campanas lejanas, recuerda esta historia. Y reza para que no sean para ti.

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